El episodio es crucial para la justificación moral de la empresa preventiva de Los Alamos, sobretodo defrente a los avergonzantes hechos históricos , bastante similar a aquello ocurrido en Irak: osea que los "malvados alemanes" no habían tenido nunca el arma de destrucción de masa, mientras los "buenos estadounidenses" no solo la tenían sino también la usaron. Pues bien, en el libro, no solo el varón Carl Friedrich von Weizsaccker, el cuál es nominado por Einstein en la carta al presidente Roosevelt como un científico alemán dedicado a investigaciones sobre el uranio, quién acompañó a Heisenberg en el encuentro de Copenaghen, testimonia a favor de éste, sino también testimonia a favor de Heisenberg el premio nobel por el descubrimiento de la nucleosíntesis estelar Hans Bethe, quién recuerda de haber visto y estudiado, el 31 de diciembre de 1943 en los Alamos el diseño que Bohr había recibido de Heisenberg, el cual se trataba sin ninguna duda no de una bomba, sino de un pacífico reactor nuclear.
Naturalmente, si Bohr hubiese entendido que cosa quería decir
Heisenberg, habría siempre habido el riesgo que éstos estuviesen mintiendo, o
que algún altro pudiese construir el arma nazista. Los científicos aliados se
sintieron así justificados, con las únicas ecepciones de los hebreos pacifistas
Albert Einstein, Lise Meitner y Norbert Wiener, para participar en esta empres
atómica. Lise Meitner junto con el nieto de Otto Frisch, concluyeron teoricamente que los
dos núcleos que resultan de una fisión nuclear tienen una masa inferior al
núcleo de uranio inicial y que la energía liberada es de 200 millones de
electronvoltios por cada nucleo fisionado. Con esto Ella dió las bases para el
desarrollo experimental de la fisión nuclear.
Pero como narra Joseph Rotblatt, quién colaboró con el diseño de la
bomba atómica, pero después renegó y luchó por la erradicación de las armas
nucleares, hacia el final de 1944 los servicios secretos ingleses estaban
seguros que los alemanes no estaban elaborando la bomba; algunos científicos lo
llegan a saber, pero Rotblatt fué el único a decidir que, faltando una
justificación del proyecto, era necesario el gran rechazo y retirarse. En esa
época lo miraban como si fuese un sospechoso espía, pero en 1995 ganó el premio
nobel por la paz como presidente de la fundación Pugwash de los científicos
contra la bomba atómica (Pugwash es una ciudad de Nueva Escocia en Canada).
A propósito de espías, como ya es
conocido, entre los físicos de Los Alamos había verdaderamente un pez grande,
que pasaba los secretos a los rusos: Klaus Fluchs, que después de la guerra fué
descubierto y descontó catorce años de cárcel por traición. Pero, como es menos
conocido, en realidad los peces gordos entre los espías eran dos: en efecto
estaba como espía el físico Ted Hall, que nunca fué descubierto. O mejor dicho,
sospechó de él el FBI, pero él no se dejó descubrir: su historia sale a la
luz solo en 1996, poco antes que él muera, siendo su esposa quién luego cuenta
esto en un libro los secretos que compartió por cinquenta años con su esposo.
No obstante la enormidad de sus potenciales, las bombas atómicas
construidas en Los Alamos y usadas en Japón
no son hoy que pobres juguetes, comparados con los armamentos
desarrollados actualmente, tal como la bomba de hidrógeno, para la cual la
atómica es solo un detonador.
Esta
arma terible fue deseada, siempre deseada, fuertemente deseada por
un verdadero y propio genio del mal. Edward Teller, el científico que
con tal
de eliminar el obstáculo llamado Oppenheimer de su camino lo denunció
como
espía en el periodo del maccartismo. El maccartismo fué un periodo en la
historia de los EE. UU. en el año 1954, en el cual se vivía un clima de
temor al comunismo, por los casos de espionaje que vino a la luz. Teller fué el científico que en los años ochenta
convenció a Reagan a embarcarse en el proyecto Guerras Estelares y a quién los
colegas rechazaban de estrecharle la mano. No se explica como le dieron el
premio nobel por la paz en el año 1991!.
segue....
Teller, es ya difunto y no puede contar la historia de su locura. Pero
de locos guerreros esta lleno el mundo, y la periodista Maurizi ha descubierto
uno vivo de gran magnitud: el físico Sam Cohen, conocido sobretodo por la creación de la
bomba N, conocida como bomba de neutrones, que declara tranquilamente que ha
sido un error no usar la atómica en Vietnam o en Irak, porque "se habría
ahorrado millones de dólares". Para ofrecer a los políticos y a los
generales del futuro un escapatoria, Cohen ha inventado esta arma que produce
neutrones a alta energía que mata personas, pero no destruye los edificios.
Según su inventor, esta bella idea esta "de acuerdo con el principio
cristiano de la guerra justa" y parece tener razón ya que en 1979 recibió la
medalla por la paz por el papa Juan Pablo II!
Si la bomba hubiese sido solamente una empresa científica no nos
interesaría tanto. La diferencia esencial es que ella ha causado centenares de
miles de víctimas inermes e inocentes, que no pueden de seguro describir la
otra parte de la historia. Solo un inexplicable milagro como Shoji Sawada, que
después se convirtió en un físico comprometido con el desarme, puede dar
testimonio directo y desgarrador de lo que sucedió al verdadero Ground Zero de
la humanidad, Hiroshima, y no Manhatan.
Sawada estaba a solo 1,400 metros del punto donde la bomba explotó y a
600 metros de altura, altura que coincidia con la altura calculada
cuidadosamente por el físico y matemático John von Neumann, para que el daño
provocado por las ondas de choque fuese el máximo posible. El muchacho vió un
relampago de luz enceguecedora, fue embestido por una terrible onda de calor y
se desmayó. Cuando retomó los sentidos el cielo se había oscurecido y la ciudad
desaparecida. La madre lo llamaba desde debajo de los escombros, y cuando el
incendio que avanzaba estaba por incendiar la casa, le pidió de no olvidarla y
le ordenó de escapar y de salvarse sin ella: aquella fué la última vez que
Sawada la vió.
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